BAJO LA SUAVIDAD DE LAS HOJAS.


II

BAJO LA SUAVIDAD DE LAS HOJAS.




La lluvia había cesado, la luna y las estrellas guiaban el caminar, la sombrilla fue guardada. Acorta distancia el taxi se había averiado cerca del semáforo. Pasando junto a las intermitentes pase de largo. El celular sonó. Se detuviese al saber quién era. Barruntaba una sensación extraña. Hacía mucho tiempo desde la última llamada de ese número. Se detuvo y dando media vuelta, proseguí de regreso su caminar. Un relámpago perdido alumbro toda la calle, en la vestimenta blanca nótesele como un destello. Al volver a pasar junto a ella dijo.
-       Disculpa, yo… –
-       Sera después – respondió al instante y continuo aprisa.
Sin pensar en la hora el niño continuaba muy atento a su lectura, “entre cada lapso de la aceleración de la luz, el quark es inversamente proporcional a la masa, de su aceleración al cuadrado, Aufbau decía que la tangente toma forma de parábola en la constante de Planck. Así se explicaba, la velocidad de como un cuerpo en reposo alcanza el universal de newton, G siendo igual a nueve punto ocho kilogramos sobre segundo al cuadrado…”
-       Es suficiente por hoy – exclamo el niño y cerro el libro.
Bajo por la escalera, sin prender la luz, pero la música le llamo la atención, el auto salpico el charco que mojo de nuevo la sombrilla seca. Con algo de prisa se detuvo junto al taxi, y la mujer subió en él. Después de algunas cuadras llego al edificio de 2 pisos. Cuando tocó el timbre, alguien salió del balcón y le arrojaron la llave sin decir nada.
Abrió la puerta de metal blanca, prendió la tenue luz, todo estaba casi igual a la vez anterior. Después de subir los 18 escalones un peculiar personaje salía de la 2° puerta. Los zapatos, el pantalón y la camisa no eran como las demás, ciertamente el alto contraste figuraba una personalidad y fuerte carácter, su cabello cano y sus anteojos de la vieja guardia revelaron un aurea distinta. En su cuello había una franja blanca, el maletín de cuero negro y algo así como una bufanda morada que colgaba en su brazo derecho confirmaron su identidad era un …
- ¡Cuánto tiempo! - dijo un señor entre la multitud su aspecto era un poco sombrío y vestía con una combinación de grises a negros.
Sin embargo, la sala estaba llena de personas que no había visto desde hace mucho tiempo. Algunos charlaban, otros tomaban café, los restantes miraban las pantallas personales. Entonces salió a mi encuentro, le miro con una sórdida mirada y al pronunciar algunas palabras, sin decir nada entró a la habitación. Pero la escena indecible le hizo salir al balcón, buscando un fosforo para encender un cigarrillo.
- ¡SEÑOR! ¿Por qué, ya no suena más la música y los cantos? – dijo el niño.
- no deberías estar dormido – respondí, mientras recordaba que había visto algunos instrumentos en la antesala
- usted no es muy amigable verdad – replico el niño
- son las vísperas de la fiesta de mañana, tendrías que levantarte temprano los cantos de hace rato son de otro tipo de celebración, pero ahora no puedo explicártelo, ¡hasta mañana! – le respondió tiro el cigarrillo y volvió a entrar, el niño suspiro, sin entender nada, dio vuelta atrás y mientras se alejaba exclamo.
- ¡Tormenta! – y se marchó de vuelta a casa, días más tarde se encontraba en un parque, había árboles, el viento soplaba suavemente, las hojas de los arboles se dejaban caer por la fragilidad de su contextura.
- originalmente … - comenzó a escribir, debajo de uno de los arboles del parque. Recostado sobre su mochila, la melodía de las aves resonó al girar el bolígrafo 2 veces y continuo el escrito.
- “Pausadamente, la perfecta conjugación de las hojas y los puntos temporales, pareció que ininterrumpidamente llegaría al principio…” la brisa hizo que el papel cambiase de página y rayara otra hoja, un viento más le hizo volar la página que escribía, se levantó apresuradamente a por la hoja, algunos pasos adelante mientras caminaba entre la hierba se abrió paso para llegar al árbol. Con una sombrilla blanca en la mano y su abrigo blanco se detuvo. Cuando volví, algunas gotas cayeron del cielo, la lluvia se volvía a acercar. Entonces la vi.
- ¡Hola! – dijo con la mano levantada y sombrilla extendida
- ¡Que tal! - Respondí, de nuevo no daba razón al cruce de caminos entre ambos. De repente un frio estridente se apodero de mi espíritu. No comprendía por que sucedía todo aquello. Mi voluntad se quebrantó y deje llevarme por el momento. La inmortalidad de aquel instante fue crucial no sabía cómo continuar la conversación, los conocimientos de física, arte teología y demás no le dieron la respuesta para lo que buscaba…

ULTIMA PARTE LA PRÓXIMA SEMANA¡

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