VOLITANS HOMINEM

UN SUEÑO LLAMADO VOLAR

By:  il Raiz.


A  muchos metros de altura entre las nubes y el sol, la bóveda del cielo dejaba encontrar las aves, las cumbres de las montañas de donde subían y bajaban.

Ante el pueblo, el mercader llegaba de nuevo detrás de las murallas de neblina cual cortina de lluvia de una noche oscura. Una tarde veraniega los tenues rayos atravesaron la espesura cortina y las ramas del pino para encontrar un brote, allí en medio de las murallas, de las copas, de la nieve. El anciano aunque viejo pero robusto se apresuraba hacia el sendero para proveer a la comunidad pues el  incipiente invierno se acercaba.

Cabe decir que bajar es a veces mas difícil que subir, aun para un montañista experimentado por que avanzar ha sido siempre la vía de la vida.  El descendimiento de la montaña era arduo más para aquel también significaba necesidad.

Con todas las posibilidades, ese día soplaba una brisa escalofriante cuando las aves, los rayos y las ramas de algún modo en vórtice abrieron el espacio para los tenues que alcanzaron la flor blanca.

Contra cualquier estima mientras el anciano bajaba del monte miro la brecha hacia la flor blanca, cuando de pronto la cortina volvió a su lugar y fue entonces el remolino quien se llevó a la flor desde la tierra hacia la bóveda así fue lo que sucedió aquel día.- dijo el anciano al muchacho.

Desde aquella tarde no dejaba de pensar en las aves, el viento, la flor y quede estupefacto de aquella magnifica cualidad de libertad, porque estoy seguro que también los arboles quietos en su raíz desean ir tan solo un poco más allá de sí. Deseaba ser la flor blanca para caminar en las murallas…

Y por qué nunca lo intestaste - Dijo el muchacho.

¿De qué hablas? -  Respondió el anciano

De surcar la montaña un poco más - Propuso el muchacho

Los tenues rayos de sol son ahora mi propio reflejo, pues las fuerzas me abandonan pero siento que muy pronto iré con la flor hasta perderme de la vista de todos. Sin embargo nunca lo he dejado atrás, lo creas o no tengo una última  prueba,  mas dime pronto tu sentencia por que tu rostro devela una inminente pregunta y tal vez una pregunta que aún no sabes que harás.

Hablas de volar, siempre lo he considerado, si acaso un hombre pudiera hacerlo estaría extasiado, tendría una libertad como la que anhelan los árboles, pero también se creería incapaz de volver al suelo para continuar su mortalidad, por lo cual quien llegue a la cima seguramente no desease regresar pero también el árbol como las aves saben que no pueden vivir por siempre en la bóveda algún día tendrían que bajar y aun así no tendrían la certeza si consiguiesen volver a subir, por lo que entonces el  vuelo es también saber que  volverá del  sueño a la realidad. Una consciencia profunda de sí. Entonces  es acaso posible volar y vivir la vida sabiendo que descenderá así como sube o es mejor nunca ir a donde quiere pero que tendrá que regresar- dijo el muchacho.

Hablas con propiedad y tus deducciones son acertadas sin embargo has dejado escapar el punto central que ahora sabrás, ahora es cercano el otro lado de la bóveda, todos los cálculos, todos las horas de trabajo se tornan aun con el mínimo error, haber volado “en fantasía” (de modo más ficticio, o en un 2 grado o nivel) sin siquiera subir y bajar, inténtalo y veras. Debajo de las flores blancas lo encontraras... - Repuso el anciano.

Había un artefacto extraño, formado por una especie de alas rígidas con un par de cordones que lo unían al cuerpo, me impresiono, pero no me deje llevar de la maravilla. El rugido del trueno estallo ante mí, se acercaba una tormenta. El anciano se alejó de mi vista y también los tenues rayos. Debía regresar pero cuando di la vuelta apareció la flor blanca entre las olas de viento. No había duda, sujete mi cuerpo al artefacto y comencé a correr. Decem, novem, octo, septem. Oooooh! – Grito el muchacho.

Una extraña risa se escuchaba en la casa de la comunidad era el anciano que pensaba - ¿Qué habrá pasado al fin? –       El hecho fue un misterio.

En cambio el muchacho se elevaba por la escalera del viento, subía cual humo de fuego, de nuevo los tenues rozaban sus ojos, el reía y no le preocupaba nada más que seguir su vuelo, las cumbres de las casas no eran lejanas, aquellos instantes disfruto más que cualquier libro que había leído en su vida, la plenitud lo acompañaba, lo único inesperado fue la caída porque amainaba la tormenta y jamás había experimentado algo igual, las matemáticas, los cálculos, la armonía musical todo aquello se volvió insignificante para bajar la escalera los últimos instantes estuvieron llenos de vértigo y adrenalina … - El anciano tenía razón, es fantástico, toda mi vida se reduce a este momento pues ya nos veremos en la bóveda – Y el muchacho sonrió, fue entonces que el trueno de la montaña retumbo por toda la casa y aquel muchacho despertó.


FIN


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